A principios de la década de 1980, un analista de alto rango de la KGB, Sergei Grigoriev, desilusionado con el régimen soviético, decide pasar secretos soviéticos, incluida una lista de sus espías, al gobierno de Francia, entonces bajo el recién elegido presidente François Mitterrand, un Socialista en coalición con el Partido Comunista. Grigoriev (nombre en clave Farewell por el servicio de inteligencia francés) espera forzar el cambio en la Unión Soviética al revelar su extensa red de espías que intentan adquirir información científica, técnica e industrial de Occidente.
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