Es una adaptación de la novela del mismo nombre de Brian Catling. Hadzihalilovic evoca un paisaje de ensueño nocturno con sabores de terror y cine negro en cada momento a través de imágenes y sonidos texturizados. La cinematografía impresionista de Jonathan Ricqueborg hace que todo parezca un cuento de hadas que ha comenzado a decaer.
En una ciudad sin nombre en la Europa de la posguerra, Albert Scellinc cuida a una niña, Mia, en un apartamento desolado. Mia no habla y requiere dentaduras postizas. Un ritual elaborado y regular de su existencia muda y mecanizada involucra a Mia poniéndose un casco que recoge su saliva en receptáculos. Luego, su saliva se convierte en dientes improvisados para ayudar al consumo de sus comidas acuosas al congelarla en moldes hechos con sus dientes. Mia no tiene juguetes y no sale del apartamento, sus juguetes son trozos de periódico. Está fascinada por un cuadro en el apartamento de una gran mansión al atardecer. Albert escucha regularmente a Mia colocando un vaso en la puerta de su dormitorio cuando está dormida. Recibe llamadas telefónicas de sus misteriosos 'maestros', preguntándole sobre el bienestar de la niña, a lo que tiene una respuesta estándar como garantía. Un día, durante una de esas llamadas, el maestro le pide a Albert que prepare a Mia para el exterior, ya que es hora de que abandone su vida enclaustrada...
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